Y la verdad es que más allá de la cursilería éste es un dilema que se nos presenta a diario. Porque "limones" tenemos o hemos tenido todos alguna vez; quizás varía la cantidad o el momento en el que se nos presentan, pero la actitud que adoptamos frente a ellos se sujeta a dos posibilidades: la acidez (propia del "limón") o la dulzura de la limonada.
No es una novedad que siempre, ante las distintas situaciones que se nos presentan en la vida, existen dos alternativas: continuar adelante o abandonar la lucha; caminar solos o pedir ayuda; poner voluntad o dejarse llevar... la elección es nuestra. Sólo nuestra.
Y se trata de una decisión no tomada al azar. No elegida en un momento de aburrimiento. Sino que es una opción a la que arribamos después de muchas peleas, con el otro y con nosotros mismos. Después de mucho trabajo interno. De muchas noches de insomnio. De mucho mirar al cielo en busca de una señal, de algo que nos guíe. En vano.
¿Limones o limonada? Si me decidiera por lo primero, tendría que aceptar que la acidez puede tal vez convertirse en una especie de plaga que no solo ataca el estómago sino también el corazón. Y si el corazón se oxida las posibilidades de éxito serían casi nulas. Imposible que algo bueno nos suceda con el corazón a media máquina.
También tendría que tener en cuenta que no cualquiera está dispuesto a acompañarme en mi elección. Porque la acidez puede ser contagiosa. Ácida yo, puedo convertir en ácido todo aquello que me rodea. Y no sería sano. Mucho menos justo.
¿Y si optara por la limonada? ¿Si decidiera darle un toque de dulzura a lo agrio de la vida? Seguro que entonces sí habría alguien que decidiera acompañarme en esta cruzada. Y seguro también que contagiosa la acidez, contagiosa la dulzura. Y sería fnatástico contagiar a quienes me acompañan. A quienes me sostienen.
Yo me debato todo el tiempo entre una cosa y otra. Porque a veces me faltan fuerzas y estoy triste para encarar un sorbo de "limonada". Pero quizás sea hora de hacer de la limonada, un trago compartido. Un buen trago frente al mal trago que a veces nos da la vida.
Yo, limonada.