lunes, 29 de junio de 2009

El peso de mi cruz

El fin de semana alguien me dijo que si bien todos llevamos una cruz, el peso de la misma, no es más del que podamos soportar. También, que para Dios, no hay imposibles. Y que si bien de la mano de la medicina avanzamos, la fe siempre tiene la última palabra. El as en la manga.
Y a esa mano quiero hoy aferrarme.
El fin de semana, alguien me habló del tiempo. De aquél que queremos acortar para alcanzar más rápido nuestro objetivo; de aquél que más de una vez perseguimos con ansias y vemos correr delante nuestro con la misma rapidez con la que nosotros avanzamos... inalcanzable.
Siempre el tiempo. El de la espera, mes a mes. El de las decisiones, que tantas veces, nos es difícil tomar. El tiempo de los resultados... de esos que casi siempre nos cuesta aceptar.
El tiempo ha sido para mi muchas veces un aliado, un bálsamo, la solución silenciosa a cientos de dudas. Pero otras veces, se ha convertido en mi peor enemigo; es tan dificil aceptar "sus tiempos", me parece tan arbitrario el paso de los meses sin respuestas, que entonces siento que tiempo es lo que me falta, lo que escacea, lo que no me alcanza...
...hasta hoy, porque hoy entiendo. Ahora, todo parece encajar... el fin de semana, la fé me tomó de las manos. Y yo me sujete a las manos de ella. Fuerte, bien fuerte para no soltarme (y ya no quiero soltarme) . Y escuché lo que quiso decirme. Y me dijo. Fueron pocos segundos. Pero tantos, tantos, a la vez.
A las manos de la fe me aferro. Segura de que mi cruz pesa, la siento sobre mis espaldas. Pero no tanto, como para impedirme que siga caminando. Que sigamos caminando.
Gracias Ignacio. Nunca olvidaré tu mirada.

domingo, 21 de junio de 2009

Un papá como vos...





Hoy, por supuesto, la entrada está dedicada a él. Porque en este camino hacia la maternidad, las mujeres muchas veces nos encerramos en nuestro dolor y olvidamos que, junto a nosotras, hay un hombre que ansia también convertirse en papá. Y que sufre a la par nuestra los sinsabores que este camino muchas veces presenta.
Por eso hoy quiero referirme a él, que está tan lleno de ganas y tan ansioso porque llegue nuestro hijo. Nuestro hijo... su proyecto más anhelado, su objetivo, su respuesta frente a todas las dudas.
Y es tanto su deseo, que no dudo en verlo convertido en un león, vigilante y celoso; atento y protector de su cría. Un hombre con pocos grises. No hay incertidumbre en sus decisiones, ni pasos en falso, ni signos de pregunta. Por el contrario a mi, es un color pleno, si con un color tuviera que definirlo; un ser con rumbo firme y dirección trazada.
Ese hombre al cual muchas veces descubro silencioso, buscando con la mirada cuando intenta vislumbrar el futuro aquello que no llega, y entonces se ve junto a nuestro hijo raqueta en mano, pelota al aire, pesca compartida.
Hoy, en este Día del Padre, quiero referirme a ese hombre que en los peores momentos, en los más duros y tristes, se rearmó como pudo para abrazarme en la cama y contener mi llanto. El mismo hombre que cada noche, al acostarse, me consuela con un simple "ésto ya va a pasar" sabiendo que con sus palabras calma por un rato -solo un rato- mi incontenible ansiedad.
Ese hombre que decidió acompañarme en mi fe, y que sostiene mi mano cuando los resultados no son los esperados, cuando la naturaleza nos dice "no" cada mes..
Ese hombre que aún no es papá genera mi más profunda admiración. En primer lugar, porque es quien despertó en mi las ganas de ser madre. Y en segundo lugar, porque sé el PADRAZO que va a ser con nuestros hijos -naturales, o de corazón. Y eso es digno de admirar.
Ojalá yo, hubiera tenido un papá como él.

jueves, 18 de junio de 2009

Darles la bienvenida...

... Algunos salen a correr. Otros rezan. Algunas personas acuden a la meditación. Otros, se guardan al silencio. Yo, en cambio elijo escribir. Tal vez, porque siempre fue mi válvula de escape, y hoy, ayudada por la tecnología, sé que mi historia puede servir a otras tantas mujeres que como yo, quieren, pero por el momento no pueden, concretar el deseo de ser madre.
Por eso escribo. Para encontrar respuestas que a veces no llegan. Para calmar dolores que, muchas veces, no cesan. Para transformar en palabras lo que muchas veces nos raja el alma. Nos quita el sueño.
Junto a mi esposo llevamos un tiempo buscando a Felipe (o Juana). En el medio, atravesamos dos pérdidas importantes. Sin embargo, creemos que la búsqueda sigue con más fuerza porque sentimos que ellos están cada día más cerca. Porque se merecen todo el esfuerzo y valen todas las penas.
Algunos verán rídiculo socializar esta historia. Nuestra historia. Pero lo cierto es que lo que no se dice, quema por dentro. A mí, la experiencia de otras mujeres, y de otras parejas, me ayuda a no sentirme sola en esta búsqueda hermosa, pero por momentos, sumamente dolorosa.
A partir de ahora, extiendo mi mano. Quien esté del otro lado, y se sienta bien, al tomarla, bienvenido sea.
Gracias por leer.