El fin de semana alguien me dijo que si bien todos llevamos una cruz, el peso de la misma, no es más del que podamos soportar. También, que para Dios, no hay imposibles. Y que si bien de la mano de la medicina avanzamos, la fe siempre tiene la última palabra. El as en la manga. Y a esa mano quiero hoy aferrarme.
El fin de semana, alguien me habló del tiempo. De aquél que queremos acortar para alcanzar más rápido nuestro objetivo; de aquél que más de una vez perseguimos con ansias y vemos correr delante nuestro con la misma rapidez con la que nosotros avanzamos... inalcanzable.
Siempre el tiempo. El de la espera, mes a mes. El de las decisiones, que tantas veces, nos es difícil tomar. El tiempo de los resultados... de esos que casi siempre nos cuesta aceptar.
El tiempo ha sido para mi muchas veces un aliado, un bálsamo, la solución silenciosa a cientos de dudas. Pero otras veces, se ha convertido en mi peor enemigo; es tan dificil aceptar "sus tiempos", me parece tan arbitrario el paso de los meses sin respuestas, que entonces siento que tiempo es lo que me falta, lo que escacea, lo que no me alcanza...
...hasta hoy, porque hoy entiendo. Ahora, todo parece encajar... el fin de semana, la fé me tomó de las manos. Y yo me sujete a las manos de ella. Fuerte, bien fuerte para no soltarme (y ya no quiero soltarme) . Y escuché lo que quiso decirme. Y me dijo. Fueron pocos segundos. Pero tantos, tantos, a la vez.
A las manos de la fe me aferro. Segura de que mi cruz pesa, la siento sobre mis espaldas. Pero no tanto, como para impedirme que siga caminando. Que sigamos caminando.
Gracias Ignacio. Nunca olvidaré tu mirada.


